Cara de caimito

Por Gustavo Balanta Castilla, balantaconcejal@gmail.com

“Mírale la cara de caimito que tiene”, decía niña Ana mi abuela cuando detectaba en su interlocutor un comportamiento de doble moral, de doble cara.

Nuestros niños y niñas no mueren de hambre, los están matando. Es un crimen de Estado. Es una ráfaga contra la vida. Es un acto de premeditado y alevoso comportamiento que ha llevado a  más de tres mil seres humanos a la tumba por desnutrición y sed  en La Guajira, Chocó y otros rincones de Colombia.

Se rasgan las vestiduras. Falsas e inocuas frases salen de manifiesto para justificar un delito abrigado con la manta de la impunidad. Cinismo de talla mayor. Emergencia para revivir al muerto. El criminal asolapado en las estructuras del Estado para seguir pelechando los dineros de todos y todas. La orfandad mantiene su ritmicidad criminal contra seres inermes. Es un comportamiento herodesco.

Visita con sello hipócrita. Anuncios vagos. Compromisos de papel. Realidad inocultable. En el gobierno de la “prosperidad” once (11) niños muertos en los primeros treinta y un (31) días del 2016. Los sarcófagos alimentando estadísticas ¿y las políticas reales y tangibles para superar la situación? (editorial de un día cualquiera de 2012)

El presidente y los de su clase viajan a Washington a celebrar la ejecución del Plan Colombia, esa nefasta herramienta que profundizó y degradó la guerra en nuestro país. Un instrumento que en nombre de la lucha contra el terrorismo sirvió de mampara para justificar políticas criminales como la Seguridad Democrática, que no tenía ni lo uno, ni lo otro.

Quisiéramos que esa extensión del Plan Colombia sirviera para bombardear con alimentos y agua, que acaben con el hambre y la sed a los niños y niñas en situación de extrema pobreza.

Agenda Caribe, en respuesta a su misión institucional, arropa al pueblo Wayúu como parte integrante de ella, con ejercicios espirituales de los mamos de la Sierra Nevada, logró en un testimonio de fe revivir la laguna de Amare que se había secado a raíz de la masacre perpetrada contra los pueblos de Guasimal, Amare y Perrancho y que es atribuida al ejercito acantonado en esa zona.

Las lagrimas en formato de vida para el territorio llegó de las nubes y hoy cuando estos pueblos de la etnia Wayuu padecen la sequía más intensa de los últimos tiempos, la Laguna de Amare se levanta erguida para abastecer a seres humanos, animales y flora, dándole un colorido fresco a la tierra.  Respuestas como estas es la esperan los pueblos étnicos y la población en general, ante los atentados que se agencian en su contra desde el Estado. Esa es la verdadera vocación de nuestros pueblos y a ella, desde Agenda Caribe, nos debemos.

Gritos al horizonte quedan vagando. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos solicita medidas cautelares para evitar que la tragedia, de por sí grave, trepe la espiral luctuosa hasta niveles enésimos.

Campañas loables se hacen presentes desde diversos rincones. La solidaridad popular está presente y contrasta con la “cara de caimito” de las entidades gubernamentales y sus agentes. Carrotanques con agua y camiones con alimento, son la contraportada a la financiación de los SMAD y el incremento de la fuerza pública para garantizar la seguridad de la élite política y económica que genera la inseguridad de los beneficiarios de “cero a siempre” que no ven la amenaza cerca, sino la muerte súbita e inmediata que llega al interior de las chozas en territorio desértico o de humedad extrema. Muerte que no logra despojarlos y despojarlas de mantas y sombreros con lenguaje ancestral que hace imperecedera una historia, una cultura centenaria que se niega a desaparecer soportada por una espiritualidad heredada y asumida.