Otro pueblo indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta, Wiwa, también fue objeto de la violencia sistemática y cultural con la quema de sus centros de pensamientos y espirituales.

En la noche del 17 de agosto, siendo las 9:30 p.m. desconocidos incendiaron dos casas tradicionales y ceremoniales del pueblo Wiwa, que en su lengua nativa se denominan: UNGUNA y USHUI, donde se comparten los respectivos conocimientos de tradición cultural.

A este acto criminal se le suma el registrado ese mismo 17 de agosto en horas de la madrugada a la comunidad kankuama de Guatapurí, donde fueron quemdas dos kankurwas. (Ver contenido de ese lamentable hecho en el siguiente enlace: Violencia sistemática y cultural.)

El atentado contra el pueblo Wiwa se registró en la comunidad de Sheyamake, la cual está ubicada en la finca arimaka que colinda con  la carretera troncal del Caribe en la vía a Riohacha, jurisdicción del municipio Dibulla, departamento de La Guajira, Caribe colombiano.

En una comunicación remitida por líderes Wiwa al Movimiento Nacional Indígena de Colombia, señalan que esta comunidad del pueblo Wiwa se encuentra en territorio ancestral reconocido por la Corte Constitucional en la sentencia 849 del 2014.

Igualmente, denuncian que en los alrededores de esta comunidad hay explotación de la minería ilegal. Con lo cual el pueblo indígena Wiwa ha sufrido, en cierta ocasiones, varias amenazas por parte de los interesados en la actividad de dichas minas.

Los líderes Wiwa han solicitado a las autoridades del Estado colombiano adelantar las investigaciones, capturar a los responsables, imponer las penas por estos delitos y garantizar los derechos de la población indígena de Colombia.

Destierro Zenú

Si en los pueblos indígenas de la Sierra Nueva de Santa Marta hay tempestades para vulnerar el respeto de sus territorios y tradiciones ancestrales, en los zenúes la situación es casi que huracanada.

Qué decir de las 164 familias en los cabildos de Membrillal y Bayunca, quienes llevan más de 15 años asentadas en propiedades privadas donde se refugiaron después que la violencia armada los desterró de sus predios en el departamento de Córdoba, también, Caribe colombiano.

El pueblo Zenú asentado en Cartagena de Indías, a través de sus Cabildos Membrillal y Bayunca, nuevamente tendrá que caminar el territorio que ancestralmente les pertenece para encontrar refugio...

En definitiva las 104 familias que hacen parte del Cabildo de Membrillal  tendrán que entregar el territorio que ocupan en dos meses, y  así, cumplir la orden judicial de desalojo para dar por terminado el contrato de arrendamiento entre los zenúes y un particular.

Queda claro que los intereses industriales en ese territorio están por encima de los derechos fundamentales que legítimamente le corresponden a los zenúes. Aquí es lamentable que la ley colombiana y todas las medidas de protección especial para el pueblo indígena de Colombia se quedaron cortas ante el capital de las factorías.

Entre tanto, las autoridades zenúes revisan el censo con el fin de presentar una cifra concreta del número de familias que integran el Cabildo de Membrillal, al tiempo que estudian los posibles lugares de reubicación.

Todo esto, como parte de los elementos básicos en la mesa de trabajo con los representantes del gobierno, tanto local, regional y nacional, tendientes a la compra de un territorio en la jurisdicción de Cartagena de Indias, donde puedan asentarse definitivamente, y volver a reconstruir lo que habían levando en Membrillal, territorio que consideraban por ancestralidad propio, pero lamentablemente es ajeno.

Pese a todo el esfuerzo de varias organizaciones sociales que acompañaron a los zenúes en legitimar este derecho al territorio, la administración de justicia y el gobierno inclinaron la balanza a favor del capital privado.

(Ver en los siguientes enlaces los contenidos de la presencia de la Escuela de Saberes Ancestrales de Agenda Caribe, ESAAC, en el Cabildo de Membrillal, zona rural al sur de Cartagena de Indias que por ordenamiento territorial es el área expansiva del sector industrial de Mamonal. Igualmente, conocer la multimedia sobre la sesión de la ESAAC denominada: Quinto momento: Círculo de la conciencia sobre la lucha que dan las poblaciones indígenas, afros y campesinas en el Caribe colombiano ante los conflictos por el territorio, que son la bandera revindicatoria de sus derechos fundamentales y el rescate de sus tradiciones, donde se detalla cómo se asentaron los zenúes en Membrillal.)

Para estas 104 familias, volver a sus territorios en el departamento de Córdoba, es casi que imposible, a pesar de que la violencia ha bajado su intensidad y el gobierno definió políticas públicas de protección a las víctimas del conflicto armado, aún no hay garantías que les permita retornar, son muchos los intereses del capital privado en la tierra que ancestralmente les pertenece.

Igual situación están viviendo las 60 familias del Cabildo Indígena Zenú de Bayunca, ubicado al norte en zona rural del distrito de Cartagena. También ocupan predios privados que deben entregar antes de ser desalojados, es por ello, que están solicitando a las autoridades distritales, regionales y nacionales la reubicación a un territorio rural en jurisdicción de Cartagena de Indias, pues su vocación es campesina.

Es tanta la similitud a sus hermanos de Membrillal, que son víctimas del desplazamiento forzado; han completado 12 años asentados en predios privados, durante todo ese tiempo hicieron nuevas vidas sin perder sus tradiciones y costumbres zenúes; la posibilidad de retornar a su territorio ancestral en Córdoba sigue sin considerarse por la misma falta de garantías a sus derechos fundamentales, entre ellos, la vida.

Este panorama demuestra a todas luces que el plan exterminio a la población indígena colombiana sigue tan vigente, similar, y quizás peor, al que defineron los colonizadores europeos hace más de 500 años.

La legislación nacional en la defensa de derechos de los indígeneas, afros y campesinos colombianos es pura naturaleza muerta documental, pues en la escena real, lo que hay es una violencia sistemática y cultural para borrar del mapa a comunidades ancestrales.

Podríamos decir que es el típico accionar de la estrategia impartida por el capital salvaje de la globalización, que acosta de su interés lucrativo destruye culturas y la armonía del ser humano con la madre tierra.