Por Gustavo Emilio Balanta Castilla, Surcos-Agenda Caribe

“Shesha, volviste a la vida”, me dijo al finalizar tarde de ese día de despertar tempranero para cumplir la cita de sanación que me había concedido luego del diagnóstico elaborado en fechas anteriores.  Mi salud era delicada. El interrogante que asalta intempestivo, producto del asombro  fue sobre ¿cómo me mantenía en pie? Mis signos vitales eran demasiado débiles, para no hiperbolizar sobre su práctica nulidad.

Esa mañana-tarde, un mazo de siete yerbas sagradas hervía en una olla tiznada, sobre una hornilla con fuego de leña y sobre una parrilla casera. Las sabanas, mías y de él, arropaban la casucha improvisada, donde la cocción yerbaria entre mis piernas expelía el vapor que capturaba mi cuerpo, en especial mi sistema respiratorio en un ir y venir de inhalación y exhalación.

El ritmo del poporeo se intercalaba con el mambeo con hoja de ayo. Cada segundo de tratamiento iba hilvanando mi historia médica y de vida. El oráculo marcaba los puntos críticos y despejaba las dudas para el recetario.

Sí, mis piernas estaban siendo tratadas para que la circulación sanguínea anduviera en pistas despejadas hacia la vida.  Con ello, el corazón, los pulmones, el riñón, los escrotos, el pene y el cerebro recibían una descarga de limpieza manifestada en la salida purificadora del sudor a chorros. Mis poros retomaron su esencia perdida desde mucho rato. Era una intervención de despercudida y enjuague.

Cada acto iba acompañado de rezos. En el momento sólo respondía a indicaciones y luego entendí que mis piernas sólo eran un instrumento necesario para el recorrido del territorio ancestral-caribeño y la siembra de la palabra.

Entendí que la guía espiritual bajo la égida de los abuelos era, es y seguirá siendo la mayor y mejor herencia que mantiene viva la llama de la vida; la fuerza para la Kandanga; la energía contra el tedio; la sabia para el discernimiento; la seguridad para las decisiones y la vitalidad para la lucha por lo nuestro.

Sí, entendí que Él, como el otro pacho, sin llamarse francisco, son parte de la fuente ancestral espiritual donde sacio mi sed de retomar y profundizar el legado libertario que nos es con- natural.

Sí, Él Francisco Zalabata, mamo Arhuaco que con su mirada tranquila marcaba y marcará los pasos del conocimiento para que sus discípulos y compañeros, en la Escuela de Saberes Ancestrales de Agenda Caribe, asumamos esa huella indeleble sobre playas, riveras, montañas  y páramos, y así, se siga expresando la barahúnda contra injusticias y vejámenes que degradan al ser humano.

Sí, Él Pachito Aldana, Sacerdote jesuita afortunadamente con vida terrenal, hace compas en este canto inmortal a la verdadera y única naturaleza humana.

Sí, Pacho Zalabata y Pachito Aldana han tejido, como muchos otros, mochilas con caminos cifrados que conducirán a nuestros pueblos a la emancipación de la alegría, la esperanza, la vida, la justicia social, la paz, la democracia y la unicidad bajo el cimiento del amor, la ternura, y la templanza como bilongo a la descolorización de la humanidad.

Quienes hacemos parte de Agenda Caribe (pueblos, organizaciones, academia, líderes y lideresas)  tributamos un rito en reconocimiento a su aporte certero y cierto de esclarecimiento del andar por lo ancho y largo de la sierra donde está incrustada Nabusimake territorio sagrado del pueblo Arhuaco. Percibimos el lenguaje de los rayos y truenos que le tranquilizaban en momentos aciagos. De seguro que en cada uno de ellos, en invierno o verano estará hablándonos para llenarnos de sereno axioma a la hora de la pedagogía transformadora. Shangó se hará presente con su ropaje rojiblanco en un centellazo justiciero. Así era Usted, hermano mayor.

Zerankua, Dios y Olofi en un ecumenismo coral se hacen presente en esta sinfonía espiritual elevando una moyugba a Agenda Caribe y a nuestros pueblos por la defensa de la cultura milenaria, el territorio sagrado y la historia heredada de abuelos y abuelas.

Pueblo Bello está de duelo. Los hombres y mujeres de Agenda Caribe damos nuestras condolencias a los familiares del mayor Zalabata, acompañamos con tambores de lumbalú al pueblo Arhuaco con la inquebrantable solidez de que cada una de sus palabras, de sus gestos y ritualidades se convierte en pieza clave para nuestro actuar. Esas enseñanzas engrandecen el alma nuestra y de nuestras organizaciones.

ASHE, mucho ASHE.

Maferefum a ellos.  Ibae Ayén Tu Nú,  Mamo Francisco.